JueGo de espejoS
Gómez-Pablos y Pablo Serrano, juntos en Alcalá
La sala de exposiciones de la Universidad de Alcalá reúne, desde el jueves 27 de Junio y hasta finales de septiembre de 2019, conjuntamente la obra de dos artistas: la del gran escultor aragonés Pablo Serrano (Teruel, 1908 – Madrid, 1985) y la de la pintora Mercedes Gómez-Pablos (Palma de Mallorca, 1940).
Nada más entrar en el recinto y viendo la obra expuesta de los dos, no hay duda de que entre ambos existía diálogo, admiración y amistad.
Las obras seleccionadas pertenecen a las diferentes etapas creativas de cada uno de los artistas y, como vemos en la exposición que las ha dispuesto por temas, tanto Serrano como Gómez-Pablos siguieron etapas y momentos creativos similares, se inspiraron de mundos parecidos y de artistas que, como Goya o Picasso, supieron imponer el sentimiento al trazo, la fuerza a la figura.
Mercedes Gómez-Pablos conoce a Pablo Serrano en su primera exposición en el Club Urbis de Madrid, cuando tiene apenas 19 años. Serrano es ya, en 1959, un escultor consagrado, fundador del grupo El Paso con su mujer Juana Francés y Manolo Millares, entre otros. Nace entre los dos amistad, admiración, que mantendrán el resto de sus vidas, volviéndose a encontrar años más tarde, en París.
Serrano tenía su estudio en el antiguo estudio de Alberto Giacometti, y visitaba a Gómez-Pablos cuando la pintora exponía en la Galería Lina Davidov, Boulevard Saint Germain. Al poco tiempo, en el año 1982, conceden a Serrano el Premio Príncipe de Asturias de las Artes por la trascendencia universal de su obra.
La muestra de Alcalá reúne obras de gran impacto y muestra las diferentes etapas por las cuales pasaron estos dos grandes artistas, desde los comienzos de Pablo Serrano, por el cubismo, sus famosos retratos a escritores, sus esculturas abstractas. De Gómez-Pablos encontramos los temas recurrentes de sus obras, fachadas mediterráneas, retratos expresionistas al carbón, meninas, desnudos, abstractos y el homenaje que dedicó a los cubistas.
Nada más entrar, el espectador se queda impactado por la presencia de dos imponentes figuras de Cristo. La escultura de Pablo Serrano es desgarradora y gracias a esa posición inusitada de la cabeza de Cristo que se avanza interrogante, dolorosa, dramática, el espectador se siente invadido en su espacio y su conciencia. El primer interrogante de Pablo Serrano está ahí plasmado en la escultura de hierro forjado cuya tradición inició Julio González. En cambio, el Cristo de Gómez-Pablos está completamente alejado de ese dolor. Es delicado, espiritual, casi femenino. Su cuerpo esbelto y delgado muestra en el cuadro movimiento. Un movimiento que lo conecta con el cielo y eleva a los humanos al mundo divino.
En el centro de la sala se exponen las famosas Bóvedas para el hombre de Serrano, expuestas por primera vez en los años 60 en la Bienal de Venecia, y sobre las que se escribió que protegían al ser humano, trataban de aislarlo y sustraerlo de un mundo hostil y lleno de peligros. Sus obras resaltan su preocupación por el hombre, un pensamiento humanista y comprometido con los más desfavorecidos.
Si seguimos el recorrido de la exposición, llegamos al arte abstracto, movimiento en el que tanto Serrano como Gómez-Pablos destacaron bajo diferentes aspectos. Gómez-Pablos se inspiró en las corridas de toros mientras que Serrano se acerca a la física para dar forma al cosmos, la explosión y la creación de un universo difícilmente definido por una mente racional. En los años 70, Mercedes Gómez-Pablos realiza un homenaje a Millares, cuya obra está catalogada en el Museo Reina Sofía. En Alcalá están colgadas sus corridas abstractas que hacen frente al Toro en bronce de Serrano que recuerda a las formas de Constantin Brancusi.
Entre estos dos artistas, el juego de espejos llega hasta el cubismo, Gómez-Pablos expone un bodegón y un desnudo cubista. De Serrano, sus famosas guitarras blancas. Danzarinas, redondas y alegres, prestadas por sus herederos, es una suerte poder ver estas guitarras ya que se exponen en contadas ocasiones.
Ya solo nos queda hablar de la influencia que en los dos artistas tuvo siempre la literatura. El busto pensativo, filosófico de Unamuno, realizado por Serrano en Salamanca a finales de los años 60, con la cabeza gacha y brazos a la espalda, se encuentra aquí dialogando con el rostro en blanco y negro del sabio e irónico José Bergamín muy amigo de Gómez-Pablos por esos mismos años 60 y con quien realizó un libro de poemas y grabados titulado Habla la muerte